Como parte de la justificación de mi proyecto os presento un extracto de un texto de Félix
Suazo (
Holguín, Cuba, 1966), artista visual, profesor, investigador y curador activo en Venezuela, que tienen como eje
investigativo las relaciones entre arte y política.
La intención no es hacer un resumen de lo dicho por el autor del escrito, sino mostraros algunos de los detonantes que encontré en el texto para articular mi discurso. Por eso resalto algunas partes del texto, más para extraerlas del sentido que les da el autor, que como forma de reforzar el contenido.
Dado que el texto completo es largo, he decidido hacer un ejercicio de cortar y pegar. Siempre podéis encontrar el texto en Internet, si os interesa una lectura completa.
Además, incluyo algunos párrafos, también fuera de su contexto original, que forman parte del semillero de mi proyecto.
EL MUSEO CONTRA LA POLISEMIA:
NOTA CRÍTICA
Félix
SuazoQuienes de un modo o de otro hemos vivido cercanamente la experiencia del museo como organizadores de exposiciones, curadores
museógrafos o simplemente como espectadores, hemos tropezado siempre con la incuestionable creencia de que
el museo cumple un servicio necesario a la memoria simbólica de la colectividad, algo así como el sitio adecuado para acomodar los recuerdos o guardar fotos de la infancia. Por ello
aceptamos con agradecimiento toda la información que el museo suministra en torno a una obra o aun conjunto de ellas. Difícilmente nos percatamos de que esas señalizaciones, generalmente escenográficas, y aparentemente neutrales,
tienen una función coercitiva; es decir sirven al propósito de domesticar las obras y su sentido, dándoles un cauce lógico, coherente y legible. Todos estos dispositivos disminuyen el riesgo de fugas imprevistas, como cuando se subraya o entrecomilla alguna palabra incomoda de un párrafo.
La polisemia artística es noción empleada para referir el carácter abierto e impredecible de las significaciones artísticas. Es un concepto de mucha utilidad cuando se trabaja desde la estética de la recepción, porque posibilita una apertura "libre" a la interpretación y permite que se realice esa suerte de "
semiosis infinita" de la que hablaba
Umberto Eco. Se trata de una noción que tiene implicaciones duales, según el uso que de ella hacen los analistas del arte:
para los representantes de las estéticas normativas, puristas o esencialistas la tentativa polisémica es generalmente incómoda, en tanto que para los de orientación fenomenológica representa una coartada para el libertinaje interpretativo.
Lógicamente, no hablamos de una conspiración
antipolisémica urdida desde la cúpula inmaculada del museo sino de
taxonomías académicas, generalmente incuestionables mientras se tiene la convicción de que el museo es el lugar donde se ordena la tradición.
Pero con esa concepción quienes llevan las de perder son las obras y los espectadores, sometidos a la dictadura de una lectura (temática o cronológica) que traiciona las expectativas de significación original de las obras y la demanda interpretativa de los espectadores. Se gana, sí, una ilusión de claridad y de linealidad que cesa tan pronto uno transita de la condición de neófito a la de iniciado, o que las obras, especialmente las suficientemente conocidas, empiezan ellas mismas a desbordar los límites de una lectura
museal.
“...El marco y el pedestal, sutilmente confundidos con la obra, fueron concebidos como elementos de realce pero también como dispositivos de separación; a partir del marco o del pedestal comienza el espacio del arte, fuera está lo ajeno.”
“...
los catálogos razonados, quizá el más vasto y potente de todos los instrumentos hostiles a la polisemia, la mayoría de las veces al servicio de la posteridad, consta de indicaciones que
encauzan la significación en una dirección específica.”
Con estos atuendos, se supone,
la obra queda protegida de malos entendidos y el espectador mejor documentado para una lectura competente del mensaje artístico.
En definitiva, toda obra plástica es una suerte de cámara especular que, una vez dentro del museo, se pliega, ocultando sus connotaciones más profundas,
mostrando apenas aquellas caras que curadores y museógrafos dejan ver.La experiencia
museística -tanto la sincrónica como la analógica- supone una
sobreescritura, cuya función es más o menos la del
disciplinamiento del sentido. En ello consiste, para algunos, la opacidad del museo y la imposibilidad de una transparencia desinteresada. En otras palabras, el museo teje una emboscada a la polisemia.
Luego de flexibilizar sus programas y domesticar a las vanguardias, los museos están en una encrucijada definitoria- Ya no pueden custodiar y divulgar su patrimonio sin adulterar y manipular el significado "original" de las obras; tampoco pueden satisfacer la demanda educativa y recreacional de las audiencias sin reconocer que el didactismo sofoca la polisemia.OTRAS SEMILLASCampus universitario de
CáceresADACE (Asociación de Directores de Arte Contemporáneo de España)
Nada como la exigencia social ha marcado más profundamente la historia reciente del museo. La atención a las necesidades reales del público ha demandado del museo un esfuerzo sin precedentes, que extiende su radio de acción y activa nuevos dispositivos de mediación para ponerse al servicio de un público cada vez más amplio.
La supuesta "neutralidad" en las artes plásticas en México:
Falacia que
invisiviliza a las artistas
Por Inda
Sáenz. Todo artista construye su propia genealogía y todos los textos de la crítica construyen filiaciones a fin de dar legitimidad a un artista. El arte nace del arte y los artistas se nutren del trabajo de otros artistas.
Carmen
HernándezCuradora y crítica de arte, directora de artes visuales, Fundación
CelarEn general, la investigación en los museos ha estado más orientada hacia el estudio de las colecciones y han sido pocos los intentos de elaborar lecturas que establezcan conexiones con la realidad sociocultural más allá de los problemas propios de las obras como objetos autónomos.
NOTA: Pate de los autores son latinoamericanos, por eso hay palabras que pueden sonar extrañas, incluso faltas de ortografía, pero he preferido no tocar los originales, respetando su derecho a modificar la Lengua, excepto en un parráfo en el que he cambiado "el catálogo razonado" por "los catálogos razonados", ya que al cortar el párrafo, la redacción resulta más comprensible.